There is a lot of talk about the psychological discomfort caused by the presence of a photographer, an intruder, someone who is going to in some way violate something that belongs the most intimate part of human beings: their image.
“To photograph people is to see them as they never see themselves, to have knowledge of them that they can never have,” as Susan Sontag once said.
We all put on an act. For others, for ourselves… Rarely do we take off that mask that we don’t even know we’re wearing most of the time.
Through my portraits, I try to get to that area that is usually safeguarded, which is not usually accessed because the door is always open just a fraction of a second; an instant.
What seems to us, in real life, like an impression or a sensation, simply due to how quickly it happened and how little time we’ve had to apprehend it, is frozen by the camera.
Now that instant is in our hands and we can look at it for hours.
Sometimes this is astonishing to us. What would it be like, a world in which we could perceive the Other like that: without time, without any barriers?
A menudo se habla de la incomodidad psicológica que provoca la presencia de un fotógrafo, un intruso, alguien que va a transgredir de algún modo algo que pertenece a lo más intimo del ser humano: su imagen.
Fotografiar a las personas es verlas como jamás se ven a sí mismas, “se las conoce como nunca pueden conocerse” dice Susan Sontag.
Todos actuamos. Para los demás, para nosotros mismos…Pocas veces nos quedamos sin esa máscara de la que ni siquiera nosotros somos conscientes la mayor parte de las veces.
A través de mis retratos intento llegar a esa zona que suele quedar resguardada, a donde no se suele pasar, porque la puerta de entrada permanece abierta apenas una fracción segundo, un instante.
Lo que en la vida real nos parece una impresión o una sensación, simplemente por lo veloz que ha sido y el poco tiempo que hemos tenido para captarla, queda congelada a través de la cámara.
Tenemos ese instante en la mano y podemos mirarlo horas.
A veces quedamos sobrecogidos. ¿Cómo sería un mundo donde dispusiéramos de esta percepción del Otro sin tiempo, sin límite?.